YO Y EL BAILE

"La danza de las teclas"


Por un lado, deseaban descansar, dejar de escribir bailar. Pero por el otro querían seguir con las cinturas pegadas, dejar que mis dedos bailaran con las teclas del ordenador. Y así hice. Fui el creador del primer baile entre un teclado de ordenador y unos dedos, los míos. Acabé por darme cuenta que no podía forzar el reencuentro, ya que eso solo provocaría que las palabras no se unieran de la mejor manera posible los movimientos salieran mal, que se pisaran el uno al otro. Había que esperar el lugar y el momento oportuno para que ocurriera. Y si bien es cierto que el lugar sigue siendo el mismo, pero no el momento. En este momento no hay prisas por danzar porque puede surgir a cualquier hora del día. La música no era la novena sinfonía de Beethoven ni el número 1 de los 40 principales. Era el leve sonido que producía el choque entre el meñique derecho y la tecla P o el pulgar y la barra espaciadora. Contentos los dos, empezaron a bailar. Pero ya nada era como antes. La música podría seguir siendo la misma, pero no los movimientos. Estos parecían de alguien que nunca hubiera bailado antes y en parte era cierto. No se trataba de una pareja de bailarines rusos que llevaban toda una vida practicando el arte de escribir bailar. Eran simples novatos dispuestos a aprender cuanto les fuera posible. Tal vez, no estaban hecho para esto. Es más, a lo mejor no estaban hechos ni para unirse. Puede que se tratara de dos conocidos en el lugar y el momento inadecuado. Todo ello porque uno se encontraba en un momento en el que era capaz de atreverse con cualquier movimiento, de escribir lo que verdaderamente pensaba. Así que influenciado por el otro acabó aceptando el reto. Y lo que tal vez no sabe es que llegará un futuro en el que se arrepienta de haber realizado aquellos movimientos, de haber escrito aquellas palabras. Sea como fuera, tenían claro que nada ni nadie los iba a separar. Permanecerían unidos hasta que uno de los dos optara por separarse. Eran como uña y metal carne. Sin importar la estación del año que fuese. En invierno, los dedos tiritarían sobre el teclado, las piernas realizarían movimientos más fríos, mientras que en verano, el sudor de los dedos quedaría impregnado en el teclado, el sudor haría que la mano en la cintura se fuese deslizando hacia abajo sin poder parar. Finalmente se reencontraron, pero quién sabe cuánto tiempo durarán y, sobre todo, cuánta gente los leerá verá. Todo está por leer ver, pero sí que tenían claro que acabar, tendría que acabar en un punto. U otro.

 

"Los bailarines han vuelto para quedarse. Para ser más exactos, todos los domingos a las 20:00h"


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SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

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