YO Y EL MÓVIL II

Primera parte: YO Y EL MÓVIL I

"La enredada media naranja"

Cada sonido tiene su momento. Desde el murmullo ensordecedor de un concierto inolvidable hasta una nariz que trata de expulsar la pena por la muerte de un ser querido. Y ella, no iba a ser menos. Aquella melodía indie-pop se convirtió en la melodía de la monótona canción que le entonaban sus padres. <<No llegarás a ningún lado sin estudiar>> Mirando el reloj comprobó que no podían estar más en lo cierto. Ocho de la mañana de un sábado para acudir a un trabajo cuyo único atractivo era la recompensa mensual que recibía en forma de nómina. Por lo demás, una amalgama de productos que corren por esa cinta sin antes pasar por sus arrugadas manos juveniles. Aquello le había permitido conocer las extravagantes compras de los más extravagantes compradores. Desde un sacerdote comprando una caja de preservativos hasta un señora mayor y su Red Bull. Realmente nunca se atrevió a preguntar por miedo a que las respuestas se convirtieran en un trauma de por vida.

Al igual que estar allí, le había permitido conocer las diversas adquisiciones que hacía cada uno, también era capaz de clasificar a los grupos por horarios. Por un lado, las personas mayores acostumbraban a venir a final de mes que era cuando habían cobrado las pensiones. Por otro lado, los más jóvenes solían acudir los viernes por la tarde tras haber recibido la paga. Y los solterones -eso sí que no hay duda- los martes, miércoles y jueves de seis a nueve que era cuando estaba su otra compañera. Aquella a la que no se había atrevido a hacerlo pero que sí lo hiciera, seguramente contaría más botones desabrochados que abrochados en su camisa corporativa. Lo cierto, a la par que triste, era que las ventas del supermercado aumentaban durante dicha franja horaria.

En su caso, en cambio, no se atrevía a experimentar con su uniforme. Es más, hubo una vez que recibió las quejas de clientes y compañeros cuando se colocó un pin en el que se podía leer: "Nosotras parimos, nosotras decidimos" Desde entonces no ha vuelto a modificar su atuendo. Y en cuanto al maquillaje se refiere, un suave pero refrescante aroma de Eua de Lavabo acompañado de un sencillo, a la par que vanguardista, peinado en el que se recogía la coleta sin echar cuenta a los bollos y pelos que habían escapado de sus garras. Para más inri, aquel sábado debía trabajar mañana y tarde porque su compañera -sí, esa cuyo atuendo era más escaso que el de Cristina Pedroche en las campanadas- le había pedido el favor porque, según ella, tenía una cita a la que no podía faltar. <<Pobre cita, no sabrá que lo acabará usando como un clinex>> Pensó ella tras haber oído la misma excusa sábado sí, sábado también. 

Finalmente llegó a tiempo para abrir las humildes puertas del supermercado. Y siendo consciente que se encontraba solo, enchufó su iPod a los altavoces del local. Pablo Alborán, Manu Carrasco, Pablo López, Melendi, Dani Martín y una ristra de cantantes masculinos de los cuales vivía enamorado, y de los cuales también le gustaba cómo cantaban, claro. De vez en cuando, algún que otro cliente se sorprendía al entrar. Viéndola chillar: "Tú y tú y solamente tú" de manera pasional mientras con la otra mano sujetaba un paquete de arroz caducado. Realmente nunca se avergonzaba por ello ya que siempre había soñado con ser cantante profesional, pero el empeño de sus padres acabó obligándola a hacer algo que no quería, estudiar una carrera que nunca llegó a terminar. En ocasiones se plantea retomarla pero sabe que nunca sería capaz de ello porque piensa que la vida es una. Y precisamente por ello, no está para vivir momentos que no se quieren vivir. 

No se consideraba una chica muy decidida, aunque si en un cuestionario se encontrara con la pregunta: "¿Es más fácil la vida con música?" No dudaría ni un segundo en rodear, marcar o escribirla ella misma en el caso de que no estuviera, la respuesta del "Sí". Sin apenas darse cuenta, la jornada estaba llegando a su fin como el fotógrafo acaba encontrando la instantánea perfecta tras haber recorrido tierra, mar y aire. Lo cierto era que hacía ya más de una hora que ningún cliente se asomaba por la puerta. Por tanto, en esta ocasión tampoco lo dudó y comenzó a recoger para cerra media hora antes de lo previsto. Una vez cerrado el local, se dispuso a enfilar su camino de vuelta a caso, aunque no sin música en sus oídos. La media naranja la tenía sobre la mano, el iPod. Solo le faltaba encontrar su otra media naranja correspondiente, sus enredados cascos. Se adentró en su inmenso bolso, como si de un minero en busca del diamante más preciado se tratara, y acabó por rendirse. A pesar de ello, sus manos sujetaban todo tipo de artilugios: desmaquillante, pinta uñas, toallitas, pendientes, crema hidratante para las manos, etc. Puede incluso que -sin saberlo- los cascos se encontraran allí, aunque sus ganas de volver a su dulce hogar pudieron con sus ganas de hacerlo con música. Finalmente colocó, de nuevo, todo en su bolso de la misma manera ordenada en la que se encontraba cuando lo sacó. Situados sus pies en paralelo, estos comenzaron a andar. <<Perdona, ¿esto es tuyo?>> oyó decir a una voz grave mientras notó como una robusta mano se depositaba en su hombro derecho. Se giró y se enamoró.

"Continuará..."    

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SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

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