YO Y LA NAVIDAD II

"El gran enano"


Nadie le enseñó a echar de menos. Nadie le confesó su amor. Nadie quiso acogerlo entre sus brazos. Tal vez fue porque nadie lo tuvo en cuenta. Y para su mísera desgracia, que la luciérnaga del cariño no se posara sobre las ramas del árbol de su vida no fue un hecho particular. Su nacimiento fue más propio de una hormiga que de un humano, ya que apenas se percataron de su llegada al mundo. Algunos se encargaron de su cuidado pero solo por tener la conciencia tranquila, no por amor. Hasta que llegó el día en el que se convirtió en un auténtico bípedo. Fue entonces cuando sus "cuidadores" se permitieron el lujo de dejarlo volar en libertad. Y así hizo. Abrió sus nóveles alas -sin miedo alguno-, pensando que cualquier camarada tendería su mano para levantarlo de sus eminentes caídas. Sin embargo, nada fue como esperaba. Aquella selva, en la que se encontraba, estaba repleta de gigantes. Gigantes que no se dignaban a agachar la cabeza para ser conscientes de la existencia de seres insignificantes, al menos para ellos así eran.. Por ello, el cruce de dos de ellos supuso la pérdida de equilibrio por su parte. Trató a toda costa recuperarlo, pero no le fue posible. La caída era imparable. Y sin tiempo apenas para percatarse, se había convertido en superficie de gigantes. Algunos eran capaces de girar la pequeña rotonda que había formado el diminuto cuerpo del enano. Aunque otros, sin embargo, no dudaban en pisotearlo como si de fango se tratara. Pero todos los allí arriba presentes, tenían algo en común, no lo ayudarían ni por todos los humanos del mundo. A sabiendas de ello, situó pies y manos en paralelo y se dispuso a gatear. Los esquivaba de la misma manera que el humano hace con su soledad. Sabía que no podía interponerse en su camino porque un pisada suya bastará para derribarlo. Aunque también se dio cuenta que no solo convivía con gigantes, sino con seres diminutos como él. Se percató de ello al mirar asombrado por un ventanal de aquellos lugares a los que nunca se atrevía a entrar. En él se podía ver cómo un ser insignificante soplaba fuertemente mientras hacía desaparecer la llama del reflejo de sus ojos. A continuación, un ristra de gigantes aplaudían y gritaban con gozo y fervor. Tal fue la curiosidad que provocó en su ser que no negó en acudir al próximo día. Sin embargo, el atónito desierto con el que se encontró aquel día contrastaba con la jocosidad del anterior. Pensó que -tal vez- celebraron la marcha de aquel ser a un lugar mejor. Aunque dichos pensamientos se fugaron de un plumazo cuando vio cómo ese mismo ser diminuto era golpeado por un gigante. Pero no se trataba de pisadas "involuntarias" como las que le propiciaron a él anteriormente. En este caso, eran puñetazos gigantescos dados a diestro y siniestro. Sentía cada golpe como tuyo. Aunque sabía que nada podía hacer cuando se trataba de un gigante. Optó por la solución más cobarde o más inteligente, depende de cómo se mire, huir. Consiguió dejar de agudizar aún más el daño psicológico que aquella agresión le había provocado. Pero no podía parar de pensar en ello. ¿Cómo unas mismas manos podían abrazar y pegar? Y sobre todo, ¿por qué debieran ser ellos -los seres diminutos- las víctimas de aquella injusticia? Acaso no sería más ecuánime que existieran dos mundos para cada especie. O ya que, hasta día de hoy, la presencia de dos mundos habitables es insólita, por qué no dividir el que ya existe en dos. Una parte para los gigantes y otra para los diminutos. Sin embargo, la ilusión que le había provocado dicha idea se vio rápidamente esfumada cuando recordó que él era un insignificante ser, al que nadie dio, da ni dará importancia nunca. Por ello, no se atrevió a entrar en ninguna casa de gigante para dormir, ya que aquel lugar al que había huido desconocía por completo. Únicamente fue capaz de reposar su regazo sobre el escalón de una gigantesca puerta, cuyo principio yacía sobre sus pies, pero cuyo final desconocía absolutamente. Cuando sus pequeñas pestañas estaban a punto de dar sus últimos látigos, oyó los pasos de un gigante que se acercaba. Este, sin educación ni perdones, le ordenó que se apartara de su camino para siempre. Con lo que interpretó que no le agradaría verle a la mañana siguiente agazapado en su portal. Decidió dirigirse hacia el banco más cercano, mientras dejaba a su espalda dos gigantes que sostenían bolsas llenas de objetos gigantescos hasta las asas. Aquel banco en el que se tumbó no estaba hecho para él. Aunque realmente sabía que no era solo el banco. El mundo en sí le venía grande. Sus problemas de diminutos no tenían ni punto de comparación con los de los gigantes. Era un mundo en el que los gigantes se creían los dueños y señores de él. En cambio, los enanos debían soportar la infinidad de comportamientos variables que estos gigantes apetecían. Sin ser consciente de ello, a pocos metros de allí, un ser igual de insignificante, o incluso más, que él, se encontraba abriendo un presente navideño. Sin embargo, no era lo que esperaba, por lo que no dudó en deshacerse de él, de la manera más cobarde posible. Y así, una manta descendía siendo escoltada por una camarilla de copos de nieve. Esta vez sí. Las medidas de aquel pedazo de tela habían sido estimadas de manera exacta para su diminuto cuerpo. No comprendía  cómo, de dónde ni por qué. Continúa pensando sobre ello, sobre todo y sobre más. Y aquellos profundos pensamientos dejaron paso a un profundo sueño, del cual nunca despertaría.

"El enano teme a los gigantes como el humano a sus problemas" 

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SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

1 comentarios:

  1. Gran relato que da qué pensar cómo a veces convertimos nuestros problemas en un mundo de gigantes que no nos deja ver que tal vez la solución a todos ellos la tengamos justo delante, en las personas que están ahí día a día apoyándonos y que nos brindan su mano sin esperar nada a cambio. La carga, a veces pesada, de esos gigantes lo sería mucho menos si dejásemos a aquellas personas que nos quieren ayudarnos a convertir nuestro pequeño mundo de inseguridades en uno de esperanza. Un saludo "anónimo" ;)

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