YO Y EL LIBRO

"Españoles, el libro ha muerto"

No lo digo yo, ni lo dijo Arias Navarro un 20 de noviembre de cuyo año no quiero acordarme, sino la mismísima Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), quien ofrece una encuesta que refleja claramente el desinterés de los españoles por la lectura. En ella se puede ver cómo el número de ejemplares vendidos no deja de bajar desde 2007, cuando se vendían 100 millones más que en 2013. Como toda encuesta, no siempre tiene por qué reflejar la realidad, pero creo que éste no es el caso, ya que es totalmente cierto el hecho de que se venden menos ejemplares, y por desgracia cada vez es más frecuente dicha bajada. Esto sí, las causas no son tan precisas, ya que éstas pueden deberse a que los lectores españoles prefieren el libro electrónico antes que el de papel o, simplemente, los españoles han dejado de interesarse por la lectura. Aunque me pese, he de reconocer que me decanto más por la última causa. A pesar de que no tengo encuesta alguna para poder verificarlo, sí que es cierto que, en cuanto al entorno que me rodea se refiere, no es que la lectura sea una de las aficiones predominantes.

"Siglo XXI, el Siglo del Metal"

Vivimos en una era en la que la pluma ha dejado paso al teclado, el libro al eBook, e incluso el lector puede llegar a ser espectador en determinadas ocasiones cuando el libro es llevado a la gran pantalla. Además, coincide con una época en la que el ser humano lleva una vida ajetreada, en la que no goza de descanso alguno. Es por ello que en la lectura puede encontrar su momento de relajación diario. Leer no es como montar en bici que, a lo mejor, con el desuso lo acabes olvidando. Por suerte, está aumentando el número de alfabetizados, por lo que nadie puede esconderse bajo la excusa de que no sabe leer. La realidad es que no quiere. Parece que no nos gusta leer porque nos hace pensar, nos dirige a un "yo interno" que no deseamos encontrar nunca, ya que saca a la luz nuestros sentimientos más profundos. De todos modos, no se trata de una obligación. Puede que para algunos resulte un tanto extraño el hecho de relacionar lectura con obligación, pero en mi caso, uno de los castigos de pequeño era leer, por lo que acabé relacionándola con el engendro del mal encarnado en forma de libro. Tal vez tenga ese defecto, pero todo aquello que me obligan a hacer o pensar, lo acabo repudiando, e incluso haciendo y pensando lo contrario. Por eso, no fue hasta hace poco cuando me di cuenta que la lectura no era tan mala como me la pintaron de pequeño. Únicamente se trataba de leer cuando me apetecía y lo que quería.

"Cervantes no estaba muerto, estaba de parranda."

Creo que los españoles no presumimos demasiados de compartir "lugar de nacimiento" con el segundo mejor escritor que ha existido en la historia, después de sabe Dios quién escribió la Biblia. Es obvio que no vamos a vivir del pasado, pero nunca está de más conocer quién pasó por esta tierra que hoy nosotros pisamos y las hazañas que llevó a cabo. No consiguió reconquistar Granada, ni descubrió América, pero sí que fue capaz de "unir palabras" de una modo que nadie ha sabido imitar, lo cual es digno de admirar. Es por eso que creo que deberíamos tomar ejemplo, aunque no con ello quiero decir que seamos capaz de escribir como él, pero sí tratar de expresar todo aquello que sintamos mediante palabras, ya que, al fin y al cabo, de eso trata la literatura. Realizando otro paralelismo con el régimen franquista: "Si Cervantes levantara la cabeza..." Se encontraría con una literatura en la que predomina el nombre del autor, antes que su calidad literaria. Además, se daría cuenta que han destruido en su propio país, el que le vio nacer y morir, aquello que él creó y que tanto amaba, la literatura moderna. Antes de que huyera de aquí, también se percataría del hecho de que la literatura ha dejado de ser arte para dar lugar a un negocio, en el que las palabras tienen valor, aunque no sentimental, sino económico.

"Está bien saber leer, pero si no tienes dinero, no podrás continuar con tu tan cotizada afición."

  

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SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

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