"La mirada que me mató" |
Abro la puerta, sin conocer la razón por la que estoy allí. Camino recto lentamente,
como si de Amstrong en la Luna se tratara. Finalmente consigo recordar por qué
me encontraba en ese lugar, alguien me esperaba. Me sitúo justo enfrente suya,
sin que ninguno sea capaz de articular palabra alguna. El silencio permanece,
por lo que me dispongo a examinarlo con todo lujo de detalles. No encuentro
nada en particular que me haga llamar su atención. Tiene pelo, ni largo ni
corto. Su color, castaño. Las extremidades de su cabeza tampoco tienen nada que
objetar, salvo un pequeño pliegue en la punta de la derecha. Su mirada está
fija observándome, o eso creo. Puede que con ella serenidad, o tal vez no, tal
vez sea miedo. Por lo que llego a la conclusión de que lo mantendré en
desconfianza. Entre esos ojos penetrantes se encuentra una nariz estrecha, que
bien podría ser la de un recién nacido. Justo debajo una boca que parece estar
a punto de gritar o de susurrar algo. No le presté demasiada atención pero
entre la nariz inmadura y la boca indecisa se encontraban unos tímidos pelos
que, tarde o temprano, acabarían dando lugar a un vigoroso bigote. Toda
historia tiene su final, todo túnel tiene su salida, toda cara tiene su
barbilla. Nada que objetar sobre ella al respecto. En cuanto a la ropa, una
camiseta blanca resaltaba en el exterior encargándose, tal vez, de ocultar un
negro y podrido interior. Continuar la andadura, o mejor dicho, la mirada hacia
abajo podría resultar ofensivo, aunque por mucho que digan las miradas no
matan. De ser así, estaríamos hablando de suicidio más que de asesinato.
"No te mires demasiado al espejo, no vaya a ser que algún día te suicides"
Mirémonos en el espejo, pero no en aquel en el que intentas tapar cualquier arruga, espinilla u ojera. Ni tampoco en el que se empaña con el vaho de la ducha. Ni el que refleja tu desilusión cada lunes por la mañana o la emoción y alegría los viernes cuando acaba tu jornada. No, ese
no. El espejo que cada uno tenemos dentro de nosotros. El que se empaña, sí. Pero no por el agua caliente, sino por nuestros defectos, por intentar ser quien verdaderamente no somos. Al igual que en el espejo físico, en nuestro espejo interior tratamos de ocultar cualquier defecto que aparezca. En el físico, este defecto se puede traducir, como dije antes, en una arruga o una espinilla. Sin embargo, en el interior, estos defectos no son más que debilidades, las cuales no queremos que nos vean porque cualquiera sabe qué pueden a llegar a hacer aquellas personas que sean capaces de descubrirlas. Cuando ocurre esto, corre el peligro de que el espejo se rompa y acabe con tu yo interior. Por ello, el espejo debe estar fabricado por un cristal resistente a cualquier tipo de ralladura. Y el mejor fabricante de espejos interiores que puede existir es tú mismo, construyendo dicho espejo con valores y principios, cuanto más aferrados mejor, y sobretodo, con personalidad.
SOBRE EL AUTOR
Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.
Bonita reflexión. Felicidades y que siga el trabajo liteario. Angela Stol.
ResponderEliminarMuchas gracias. Espero que así sea y que tu lo leas. Saludos y gracias por comentar :)
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