YO Y LAS PALABRAS

"A ella le gusta la gasolina. Dame más gasolina"

Las palabras son como las personas, Dios las cría y ellas se juntan, aunque en el caso de las palabras sería: "La RAE las cría y ellas se juntan en oraciones." Aunque no será aquí donde exprese mi opinión acerca de un conjunto de catedráticos que se juntan para acabar definiendo palabras como "administración" de este modo: "Acción y efecto de administrar." Además, ya escribí sobre mi institución cultural preferida en: YO Y LA RAE. Y lo cierto es que ni el tiempo ni nadie ha sido capaz de cambiar la opinión que tenía hace ya más de un año.

"La frontera de las palabras"

Nadie nos obligó a que aprendiéramos palabras. Es más, ni siquiera existe un libro en el que se estudien las palabras. Sí que existe el diccionario, pero realmente nadie lo ha leído de manera voluntaria, sino obligado por desconocer el significado de una palabra. Puede que peque de tener una mente demasiado imaginativa o ilusa y este sea el lugar que dé prueba de ello, pero de no ser por ella, no pensaría en las palabras como inmigrantes que tratan de cruzar una frontera vallada. Los primeros inmigrantes que cruzan la frontera se aprovechan de que, en sus comienzos, no exista valla alguna. Por ello, cruzan personas con el sobrenombre de "agugutata", "mamá" o "papá". Más tarde, cruzan verbos pero sin entender qué es eso de la conjugación y la concordancia, dan como resultado frases del estilo de "Yo no ha hecho." Obviamente, todas estas palabras son pronunciadas, ya que la escritura llegará un poco más tarde. Y será ahí cuando nos demos cuenta de la existencia de las faltas de ortografía tan importantes como, por ejemplo, no escribir una letra que ni siquiera se pronuncia o escribir una letra diferente aunque se pronuncien igual. Aunque lo bello del lenguaje es que cada uno lo hará suyo. Es decir, de pequeños nos enseñan a escribir, pero no a qué tipo de letra tener. Y aquí, al igual que en el físico, no podemos determinar una letra como bonita o fea. Sin embargo, la "tecnolización" del mundo hará que dentro de poco no haya tipos diferentes de letras, sino solo "Times New Roman" o "Comic Sans". En cuanto al lenguaje oral se refiere, las faltas de ortografía se traducen en falta o exceso de seguridad y confianza para hablar. Para hablar tampoco existe en el colegio una asignatura como tal, pero puede que debiera, ya que últimamente parece que no se enseña la presencia de palabras como "perdón" o "gracias". Sin necesidad de culpabilizar a quienes no las pronuncian por ello, sino a quienes no les enseñan como deberían. 

"I have a dream. Yo tengo un sueño."

Las palabras son palabras. Un conjunto de letras las forman para que una vez unidas formen estas una oración. Sin embargo, las oraciones no deben sacarse de contexto porque pierden sentido alguno, ya que si no, un servidor pronunciaría cada lunes por la mañana las mismas palabras que el mismísimo Martin Luther King un 28 de agosto de 1963. Tal día como ese, se produjo uno de los mejores pronunciamientos de conjunto de palabras, o como algunos lo llaman, discurso. Estos discursos son textos predeterminados, leídos y releídos, fabricados en la industria de la escritura. Y, por desgracia, no son para nada espontáneos. Tienen sus momentos de énfasis y de silencio para provocar miedo o esperanzas. Tal vez, no todos estemos capacitados para pronunciar un discurso y que produzca un sentimiento en los demás. Pero, ¿hay alguien que esté preparado para dar un discurso sin haberlo preparado antes? Parece que no, y es por ello por lo que existe el arrepentimiento. La espontaneidad tiene el monopolio de los errores que cometemos hablando. Nos llenamos la boca de palabras bonitas en un momento de fervor, cuando posteriormente esas palabras se han convertido en fuego que sale de nuestra boca. Por ello, la mejor manera de evitar los errores espontáneos es escribiendo, ya que de este modo nunca nos equibocaremos. Y resulta irónico que critique a las "palabras habladas" cuando de no ser por dos de ellas no estaría hoy aquí: "Sí, quiero."  

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SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

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