YO Y LA PATERA

"Oportunidades ahogadas"

Nací en un lugar que no elegí y pertenezco a una familia a la que tampoco elegí. Sin embargo, no me arrepiento de ninguno de los dos. Me siento más que orgulloso de mi familia y la tierra que me vio nacer. Aunque no fue una infancia fácil, ya que acostarse por las noches y levantarse por la mañana con vida era sinónimo de haber vencido de nuevo a la muerte. Nadie nos educó, ni hizo intento para ello. Toda la educación que recibimos fue la que nos ofrecieron nuestros parientes, quienes tampoco habían recibida educación alguno, pero a los que el tiempo les había enseñado más de lo que hubiesen aprendido en una escuela. Ahora que ya he crecido, necesito conocer un mundo nuevo. Como dije antes, no me avergüenzo del lugar que me vio nacer, pero necesito ir en busca de ayuda, ya que esta no vendrá a nosotros. Tal vez, hayan venido unos pocos en nuestro rescate pero han acabado aprovechándose de nuestra desesperación por encontrar una salida, una solución. Otros, sin embargo, han tratado de hacer lo posible para cambiarlo de forma voluntaria, aunque la ayuda de unos pocos no sirve cuando ese ayuda la pedimos "unos muchos". Aquí el trabajo no tiene sentido. Pagan a los trabajadores, quienes después deben pagar tributos obligatorios a aquellos para quienes trabajan. Puede que resulte un tanto inútil, aunque en ocasiones no lo es. No porque la remuneración sea menor que el impuesto, sino al contrario. Lo que se traduce en trabajar más a cambio de nada. Mi familia es de las pocas que pudo permitirse guardar unos ahorros que invertirán en que yo vaya en busca de ayuda. Al principio, me sentí culpable al ver cómo mi familia trabajaba solo para que yo tuviera una nueva oportunidad de vida, pero con el tiempo lo vi como la única manera para poder ayudar a mi familia a salir del pozo, en el que nunca eligió estar. Aquí tampoco entendemos del tiempo. Las horas pasan sin darnos cuenta, por lo que las prisas tampoco existen. Miento. Solo cuando tienes que pagar a alguien, y sobretodo a ellos. Así fue el día antes de que embarcase en la patera que pondría rumbo a mi vida en un mundo nuevo, el cual paradójicamente continuaba siendo el mismo. Nadie aviso a mi familia del día que se produciría. Ni si quiera me pudo despedir de ellos. Salí con la esperanza de que el reencuentro fuera una recompensa por la despedida que nunca tuvo lugar. Lo cierto es que seguía sin saber a dónde me dirigía ni cómo nos desplazarían. De repente, apareció una barcaza que no inspiraba confianza alguna. Miré a mi alrededor, mientras mantenía en mi memoria la imagen de la barcaza. Éramos demasiadas oportunidades para un transporte tan pequeño. Suponía que, más tarde, llegaría otra barcaza y dividirían así las oportunidades entre las dos. Al parecer, no estaba para nada en lo cierto. Sin apenas darme cuenta, estaban empujándonos, como si de personas no se tratasen, dentro de esa barcaza. Era un espacio demasiado pequeño para tantas ilusiones y esperanzas hechas personas. Nadie se podría atrever a moverse porque sabía que resultaríamos todos en el fondo del mar hallados. No había nada de comer, por lo que pensé que nuestro destino estaba próximo. Habíamos salido al atardecer y la noche no tardaría en llegar. Una vez llegada, el frío imperante se calaba por nuestros desnutridos cuerpos. Por miedo y, sobretodo, desconfianza los unos de los otros, nadie se atrevía a dormir. A eso de la media noche, un foco de luz nos deslumbró a todos. Unos quisieron pensar que esa era la señal para saltar e ir en busca de esa nueva vida. Y así hicieron la gran mayoría. Sin embargo, se dieron cuenta tarde que la luz estaba más lejos de lo que nuestros ojos nos engañaban. Por ello, algunos de ellos murieron ahogados en media de la intemperie, mientras a otros fuimos capaces de rescatar los que habíamos decidido permanecer en la barcaza. Así transcurrió la primera noche de muchas otras, en las cuales el frío estuvo acompañado de viento y lluvias torrenciales, a las que pocos pudimos sobrevivir. Sin embargo, algo contra lo que ninguno pudimos hacer frente fue el hambre. Habían sido demasiados días sin probar un porción de arroz cocido, por lo que parecía que esta barcaza sería testigo de la pérdida de un grupo de oportunidades. No quería ni siquiera pensar en ello, aunque sabía que, tarde o temprano, llegaría. Solo tenía la esperanza de que el fin de una vida como la nuestra fuera el inicio de una vida mejor para muchos otros, de los que no se tiene consideración alguna.

"Una vida a la deriva"

Nací en un hospital privado y pertenezco a una familia de la que me avergüenzo pero la que tengo que aguantar porque es la única que me paga mis caprichos. Uno de ellas no era el colegio pero, según ellos, si quería tener una buena educación debía ser privada, ya que en la pública estaría mal influenciado por los hijos de las pobres familias que no se podían permitir la educación que yo recibí. Sinceramente, no creo que me pueda quejar por ello, puesto que nunca nos llegaron a castigar los profesores y estos siempre estaban ensalzando nuestras virtudes. Acabé hasta donde la ley me decía que ya no era obligatorio estudiar. Consideraba absurdo continuar mis estudios cuando podía vivir del dinero que ganaban mis padres como directivos de dos de las mejores empresas del país. Sin embargo, dejar el colegio no me hizo perder la amistad con mis antiguos compañeros, quienes, en su mayoría y muy inútil por su parte, habían seguido estudiando. Ahora estaban a punto de acabar su último curso para pasar ya a la universidad, pero no sin antes realizar el típico viaje de fin de curso. Normalmente íbamos a algunos de los hoteles de los que eran propiedad padres de mis compañeros. Este último año, había entrado un chico nuevo, al que ni siquiera conocía, pero al que no le importaba pagar una plaza de más en uno de los cruceros más lujosos del mundo. Bueno, eso de pagar era relativo porque su padre era dueño de la compañía. Por lo que ni me lo pensé y, sin darme cuenta, ya estaba cruzando el puente hacia el crucero. No perdí el tiempo dándole explicaciones a mis padres sobre a dónde me dirigía. Solo me limité a avisarle que no me verían el pelo en unos días. Al menos, ya hice más de lo que ellos hacían cuando viajaban por, según ellos, motivos de trabajo. Aunque, al parecer, no era el único que no tenía relación con sus padres, ya que ninguno vino a despedirse. Estábamos solo la tripulación y nosotros para un barco que tenía capacidad para 1356 pasajeros. En cuanto a las instalaciones, estaban bien, aunque había viajado en cruceros de mayor calidad que aquel. Contaba con alguna que otra pista de baile, de hielo. También tenía piscinas en cada planta y una olímpica en la cubierta superior. Lo único que se salvaba era la comida y la bebida. Había comida de todos los lugares del mundo y la barra era libre. Obviando el hecho de que los camareros eran conocedores de nuestra edad pero también de que uno de los pasajeros era el hijo del dueño de la empresa para la que trabajaba, la primera noche fue un recital de bebidas alcohólicas exóticas servidas por el considerado mejor coctelero del mundo, David Rios. A la mañana siguiente, nadie podía aguantarse el uno al otro, pero estando en aquel lugar, podíamos andar lo que quisiéramos que teníamos pocas probabilidades de cruzarnos. Sin embargo, la noche fue diferente. Bueno, diferente a la mañana pero igual que la noche pasada. El alcohol continuaba siendo nuestro compañero de fiestas, acompañado por música en directo. Pasaban los días y todo se sucedía de la misma manera. De fiesta por la noche, y con resaca durante el día. Por lo que un día decidí irme solo a estribor, mientras todos seguían de fiesta. No podía dormir, por lo que seguí allí solo hasta ver el amanecer. De repente, noté un movimiento brusco. Parecía como si el barco hubiera parado de manera repentina. Aunque no era así. Comenzó a volcarse hacia babor, donde continuaba la fiesta. Intenté aguantar el equilibrio como pude, aunque continuaba volcándose aún más, por lo que decidí saltar. Nadé sin tener una dirección prefijada. Aunque el destino, Dios, o no sé quién decidió que me topase con una patera.

"Continuará..."

                                                                                                   Imagen: Huffington Post

Compartir esto:

SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

3 comentarios:

  1. Hola Pablo!! Deseando de ver como sigue!!
    Saludos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Saludos!! Me alegra leer esas palabras tuyas que me servirán de motivación para continuar el relato porque sinceramente, viendo la poca aceptación que había tenido en el blog, me planteé si ni siquiera escribir una segunda parte.
      Gracias por la visita y por tu comentario!!

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar